MISERIA DE LA PINTURA
I
Trazarás una línea evanescente
en la suave superficie con la tiza...
lo que resta del fuego no es ceniza
sino el tibio fulgor de nuestra mente.
La luz que iluminó muy tenuemente
el hondo sovacón hoy nos precisa
despojar de figuras la pesquisa
hasta llegar al hueso del presente.
Como un nido vacío lo que resta
de aquellos laberintos: las estrías
en la piel sobre el vientre de la madre
Muy blanca, muy antigua,muy honesta...
recortando en la tela de los días
la distancia entre el cuadro y el encuadrante.
II
Como si fuera una radiografía
de la lenta tortuga con su extraño
caparazón azul que es del tamaño
del cielo donde nace cada día,
El mundo persevera en su porfía
a la par que su doble: no hay engaño.
En el arte presente -como antaño-
la obra es mucho más que alegoría.
La mano de oro que zurce en el vacío
y encuentra su morada en el dibujo
y su chivo expiatorio dondequiera
Es el diario de un sol y su albedrío
que en la transformación sigue embrujo
del dictado del sueño y su quimera.
III
Estas varas atadas por encargo
son un bosque de mínima prehistoria
que los tigres recorren de memoria
despertando por fin de su letargo.
La silueta de un árbol a lo largo
de su sombra confirma la victoria
de la metamorfosis y la gloria
de un bocado sin dejo de lo amargo.
Estremecida cruz de la tormenta
que en silencio se anuncia y sobreviene
con alto resplandor de sacrificio:
La mano y el pincel con el que intenta
legar a los pigmentos lo que ordene
la atención, la paciencia y el oficio.
IV
Todas las manos blancas tienen sombra;
todos los fuegos, humos y un hogar
con su constelación canicular
que sólo significa lo que nombra.
La figura que surge nos asombra
como si todo fuera singular
cantando su miseria por cantar
sobre las hojas secas como alfombra.
El peso que le otorga su medida
a las grávidas columnas vertebrales
y alos árboles en cada ventisquero
Es la flor de ceniza concedida:
el símbolo y la forma tan puntuales
como la bella zorra en su agujero.