Este envoltorio mortal
Dos tramas se urden en la obra de Sandra Pani: su voluntad de hacer visible el interior de la celda corporal en que vivimos y la capacidad para representar el cuerpo humano como extensión de la Naturaleza. Fragmentos del cuerpo comparten con el mundo natural estructuras y sensibilidad. A partir de esta premisa, su camino ha sido búsqueda de materias que le permitan expresar la dualidad de la creación.
Materia y espíritu son los temas que aborda la artista desde la arqueología poética dentro de esta Celda Contemporánea; espacio en el que reverbera la presencia y la obra de Sor Juana Inés de la Cruz, el ejemplo máximo del pensamiento metafísico y de la poesía encarnada.
A las constantes caracterizan su trabajo: el dibujo como herida, la materia como empaste y transparencia, Sandra Pani suma en esta exposición varios elementos que renuevan su obstinada búsqueda estética. Ahora recurre al movimiento por medio del carrusel que recorre el perímetro de la primera sala. Los velos que al desplazarse cubren las obras momentáneamente son metáfora de dos instancias de la vida: el ser y el no estar presente. El velo cumple la función de develar y difuminar la contingencia y la impermanencia de la existencia.
Para enriquecer su propuesta, la artista echa mano de artes antiguas como la hoja de oro, el grafito bruñido sobre madera, el bordado sobre el cálido siena del algodón coyuchi, y los hilos teñidos con grana cochinilla; técnicas y materiales que traen a la memoria las artes y oficios avistados en conventos y templos de los siglos XVII y XVIII en la sierra norte de Oaxaca. A ese repertorio barroco, la artista añade placas radiográficas que recorta e interviene e ilumina para crear espejos negros y proyecciones del alma ósea que nos construye.
Encuentro consigo, el placer de saberse cuerpo y el dolor de estar atado a él; ser a la vez eco de la naturaleza y palabra que aspira a nombrar, poesía que se mueve sobre la materia viva; estas son las emociones a las que convoca la música que resuena en esta celda corporal, en la que vivió Sor Juana y a la que Hamlet nombró “éste mortal envoltorio”.